Embarazo, un camino sinuoso
Hace tiempo, que no hablo de embarazos, es que ya hace 6 años que culminó el segundo con el nacimiento de mi niño Santino.
Quizás por el tiempo en el que me embaracé, por las actividades que tenía en esos meses, por las cosas que pasé; nunca hablé realmente de lo que me pasaba a mí.
Estaba muy atenta a mi esposo y sus reacciones, a los cambios externos de mi cuerpo, a lo que decían la familia y los amigos, y por supuesto al crecimiento del bebé y los cuidados que el médico indicaba.
Detenerme a pensar en esos días, hace diez y hace seis años, las edades de mis hijos crea en mi una nueva ilusión como si nuevamente gestara en mi esos niños.
Esa emoción seguramente la sentirán muchas mujeres que pasan este momento como el más importante de sus vidas.
Sin embargo, para otras tantas la situación de embarazo es traumática, por distintas situaciones, porque la gestación se da en tiempos personales difíciles, porque es un embarazo no buscado, porque no hay apoyo de la familia, porque simplemente no era el momento.
En este espacio, empezamos a hablar de la primera relación de padres a hijos, desde que el niño es simplemente un feto, cuando acariciamos el vientre soñando con tenerlo entre los brazos.
El primer embarazo.
Mi primer hija se llama Katia, por esos días estoy cumpliendo 10 años de esa gestación (nació un 27 de septiembre de 1999). Cuando Daniel (mi esposo) y yo nos enteramos que seríamos papás, hubo en nosotros sentimientos encontrados. Hacía poco tiempo que convivíamos, en mi la noticia elevó mi ego, “finalmente podía ser madre” tenía 26 años y ya la familia decía “se te está pasando el tren”. Para mi esposo, la noticia primero fue gran sorpresa, después alegría y cambios internos profundos, el tenía 29 años y no había programado la paternidad todavía.
Desde las primeros días de gestación los sueños se multiplicaron, veía a mi niña (siempre la soñé mujer) en mis brazos, de pocos meses, de varios años, cantando, corriendo, jugando.
No sé si es verdad, pero dicen que cada sueño se hace realidad si se sueña convencido, yo creo que si pasa porque cada instante pensado se convirtió en verdadero momento compartido.
Katia hizo de mí una persona más justa, una luchadora más tenaz, una buscadora incansable de bienestar, no ya solo para mí sino para toda la familia. Daniel y yo empezamos a pensar en plural, ya no era él, sus miedos y trabajos, ya no era yo mis tiempos y mis actividades.
Los hijos, desde el primer instante forjan en nosotros (padres) un nuevo carácter, volvemos a nacer con ellos, pues todo lo que aprendimos hasta ese día poco nos sirve para enfrentarnos al desafío de forjar una nueva persona.
Seguiremos hablando de esto, pues en nueve meses pasan muchas cosas y muchas más aún en toda una vida ligada a nuestros hijos.
María Rosa Ponce
